El anuncio del presidente Evo Morales de que Bolivia tiene
interés en ingresar al Mercado Común del Sur (Mercosur) es una decisión
política que refleja un nivel de acertado análisis de la ubicación geopolítica
del país y una firme convicción de buscar alternativas viables y favorables
para superar los límites derivados de nuestra condición de enclaustramiento.
Además expresa el desarrollo de una política exterior
bastante flexible en términos de coadyuvar a la construcción de un mundo
multipolar, pero, al mismo tiempo, bastante firme en la dirección de alcanzar
un mayor nivel de autonomía frente a los Estados Unidos.
El Mercosur, como ha quedado claramente demostrado en los
últimos 10 años, no sólo que es un mercado más grande a nivel de los países
miembros que la integran dentro de la región, sino un puente para llegar a
otros mercados —ya sea solos o en alianza con otros países— de Asia, África y
Europa. Es, como sostuvo el jefe del Estado Plurinacional, más grande que la
Comunidad Andina de Naciones (CAN).
El ingreso a ese mecanismo de integración implica cumplir
con algunos requisitos político-institucionales que el gobierno, a través de la
Cancillería, debe apresurarse en hacerlo. En la actualidad existen condiciones
favorables para materializar el objetivo boliviano, pues el único que puede
oponerse a esa incorporación —como lo hizo con Venezuela— es Paraguay,
actualmente suspendido del Mercosur por el golpe de estado perpetrado contra el
presidente Fernando Lugo.
La participación boliviana en el Mercosur debe ser leída en
una doble dimensión: por un lado, amplía el margen de acción en la generación
de mercados para los productos, bienes y servicios estatales y privados, y, por
otro lado, nos da la condición de posibilidad de ser un factor de equilibrio
geopolítico entre el Pacífico y el Atlántico.
El ingreso y la participación boliviana en el Mercosur no
será, sin embargo, una tasa de leche. Ese mecanismo de integración está
bastante penetrado por los intereses transnacionales, pues no hay que olvidar
el contexto histórico en el que nace (predominio del neoliberalismo) y será un
campo de lucha para las ideas e intereses progresistas y revolucionarios.
De hecho, otro elemento a considerar es que dentro del
Mercosur existe una disputa y a veces una relación de complementación entre
Brasil y Argentina, los dos países económicamente más importantes hasta antes
del ingreso de Venezuela.
Finalmente, desde el punto de vista de la política interna
es un duro revés para los sectores conservadores de la sociedad boliviana,
obviamente dentro del cual están dirigentes políticos opositores, ya que el
presidente indígena está abriendo espacios en el mundo que “los del pasado” no
pudieron hacer y no enclaustra al país como ciertas voces agoreras vaticinaban
a inicios del gobierno del cambio.
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